12.10.07

El libro de bolsillo en España (II): Alianza Editorial (1)


Alianza Editorial fue fundada en 1966 por José Ortega Spottorno (hijo del filósofo José Ortega y Gasset) y Jaime Salinas (hijo del poeta Pedro Salinas). A ambos se unió Javier Pradera, de cuya mano llegó a la empresa el diseñador santanderino Daniel Gil. Este fue el grupo germinal que convertiría a la nueva editorial en una referencia para el mundo literario español y una de las principales impulsoras del libro de bolsillo en las siguientes décadas.

El interés de Ortega Spottorno por las letras y por su difusión se explica por la influencia de la tradición familiar. Su padre, José Ortega y Gasset, fundador de la “Revista de Occidente”, fue uno de los pensadores españoles más influyentes del siglo XX. Su abuelo, José Ortega Munilla, miembro de la RAE y de la Institución Libre de Enseñanza, dirigió el suplemento literario de “El Imparcial”, periódico fundado por uno de sus bisabuelos, Eduardo Gasset y Artime, que llegó a dirigir la ILE. Ortega Spottorno heredó los ideales democráticos de su padre, su abuelo y su bisabuelo, y también su influencia en el panorama cultural español. Como sus antecesores, tuvo siempre en mente la necesidad de que la cultura llegara por igual a todos los españoles, y uno de los medios ideales para lograrlo era el libro de bolsillo, económico y fácil de manejar, apto para ser leído en cualquier parte.

También en el caso de Salinas se puede explicar su interés en el mundo de las letras por la influencia de su familia. Su padre fue el gran poeta y académico Pedro Salinas. Desde niño tuvo contacto con los grandes escritores e intelectuales de la generación del 27. Si en Ortega la edición fue una vocación nacida del deseo de emular a sus antepasados, en la dedicación de Salinas la casualidad jugó un papel más importante, como él mismo cuenta: «Quería estudiar cine, y para eso vine a Europa, desde Estados Unidos, donde mi padre estaba en el exilio. Vine en 1954, fui a Alicante, con mi familia de allí, me encontré con un ingeniero que me propuso trabajar con él en la organización de imprentas... Y por esos vericuetos llegué a Seix Barral... Me pusieron en una especie de barracón, ni me saludaban. Y un día me invitó a comer Víctor Seix. En el curso del almuerzo, él descubrió que yo era hijo de Pedro Salinas. “¡Cuando se entere Carlos!”, exclamó. Y cuando se enteró Carlos me hizo todo tipo de fiestas y ya me incorporó a las tareas editoriales...» Así comenzó su carrera en el mundo del libro.

Jaime Salinas se propuso, en los años sesenta, potenciar el libro de bolsillo en el mercado español. Las versiones francesa (livre de poche) y anglosajona (paperback) le sirvieron de inspiración. “Me interesó la idea de empezar una colección de calidad, pero económicos y físicamente atractivos. La colección Universal o Austral tenían libros baratos pero eran grises y tristes, dirigidos más al estudio que a la lectura. Como objeto no tenían ningún sex-appeal”, recuerda. Emprendió entonces Salinas la búsqueda de un socio extranjero que quisiera establecerse en España. A pesar de sus respuestas ambiguas —“no decía ni sí ni no”—, el editor francés Claude Gallimard acabó por darle la solución: “Me habló de José Ortega Spottorno, a quien yo no conocía. Él también le había escrito para lanzar una versión en España de la colección Ideé de Gallimard y me animó a contactarle”.

Jaime Salinas y José Ortega Spottorno tenían un interés común y una historia personal parecida; ambos eran hijos de importantes intelectuales que tuvieron que exiliarse en el extranjero a causa de la Guerra Civil y el régimen dictatorial que ocupó el poder a su término. El nombre de la editorial, Alianza, es significativo de esta unión de intereses y objetivos. Los dos se complementaban perfectamente; Ortega aportaba su capacidad de liderazgo y su filosofía empresarial, orientada a mejorar la situación cultural de España, y Salinas su gran sentido de la organización y su valía técnica, sobradamente demostrada en Seix Barral.

Pronto se unió a ellos Javier Pradera, quien contrató a Daniel Gil, que entonces se dedicaba al diseño de portadas para discos, para el departamento de diseño. Pronto su rompedor estilo fue imitado por otras editoriales, como Bruguera.

La primera y más importante colección de Alianza se llamó, significativamente, El Libro de Bolsillo y, al igual que Austral en Espasa, LibroAmigo en Bruguera o Destinolibro en Destino, fue desde el principio una colección abierta a todo tipo de temas y géneros, desde el ensayo filosófico hasta la novela de ciencia ficción, pasando por recetarios de cocina (uno de los mayores éxitos de la editorial fue 1080 recetas de cocina, escrito por la mismísima esposa de Ortega, Simone Klein) y manuales de lógica formal.

“Aunque no existiera la expresión, sí existía la realidad del libro de bolsillo desde antes de la guerra. Las obras de Austral, por ejemplo, eran de calidad no en su fabricación, pero sí en sus contenidos. Desde Alianza intentamos darle más dignidad, ponerle vitola y mantener un precio asequible. Nuestro criterio era que un libro no podía costar más que la entrada a un cine: cincuenta pesetas”, recuerda Pradera.
A pesar de la inicial reticencia de libreros y distribuidores, el éxito fue rotundo. “Costó hacerles entender que aunque el precio y su porcentaje fueran menores, ellos también saldrían ganando”, dice Salinas.

Pradera señala otro de los objetivos que marcó aquella aventura editorial y que, hasta cierto punto, ha servido como rasgo definitorio del bolsillo en el mercado internacional. “Nuestra aspiración era convertirnos, como el livre de poche, en continente de los títulos de otras editoriales. En Francia, sin embargo, ya entonces Gallimard había roto con eso y tenía su propia colección de bajo coste. Así que nuestro modelo era Penguin, que se alimentaba de los derechos que compraba a bajo precio a editores normales”, asegura.

Los acuerdos que Alianza Editorial estableció con editoriales argentinas como Emecé, Losada y Siglo XXI en los sesenta y setenta hicieron posible la publicación por primera vez en España, en su colección El Libro de Bolsillo, de obras como El Aleph, de Jorge Luis Borges; El señor de las moscas, de William Golding, o El extranjero, de Albert Camus. La colección también se nutrió de los fondos de Revista de Occidente con títulos como La metamorfosis, de Kafka.

A pesar de todo, Pradera sostiene que su deseo de convertirse en colección de colecciones no acabó de cuajar: “Terminamos aumentando la producción propia para bolsillo y sacando primeras ediciones directamente, una locura. Lo lógico es sacar lo que lleva años publicado y abrir esos libros al mercado masivo a través del bolsillo”.

La crisis de los años ochenta, que se llevó por delante a Bruguera (debilitada, precisamente, por su ambicioso catálogo de bolsillo, repleto de primeras ediciones, como la arriesgadísima edición en dos tomos de Ser norteamericanos, de Gertrude Stein), condujo a muchas editoriales a ser compradas por grupos más potentes. Plaza & Janés fue adquirida por Bertelsmann; Destino y Seix Barral fueron compradas por el grupo Planeta, y el grupo Anaya, fundado en 1959 en Salamanca por Germán Sánchez Ruipérez, se quedó con Alianza en 1989.

A partir de ese momento, Alianza conoció diversos equipos directivos y ejecutivos, a medida que su propietario, el Grupo Anaya, fue cambiando de manos a su vez.
En septiembre de 1998 el Grupo Anaya fue adquirido por el grupo francés Havas, que fue absorbida por Vivendi en 2000. En 2002 comenzó a desmembrarse el grupo Vivendi, que vendió Anaya (y, por consiguiente, Alianza Editorial) al grupo Lagardére, que es su actual propietario.

Próximamente haremos un somero análisis del devenir de Alianza y de su comportamiento editorial (hay decisiones de Anaya, como la destrucción de fondos de Alianza, Cátedra y Tecnos en 1999, que Ortega Spottorno jamás habría pensado siquiera en tomar), en el tira y afloja entre el mantenimiento del espíritu fundacional de la casa y el resultadismo de los tiburones de enormes grupos empresariales a los que la cultura les importa un pito.

11.10.07

El libro de bolsillo en España (I)


Hace cincuenta años, el libro pequeño y barato se identificaba con la editorial Espasa-Calpe. Antes de la Guerra Civil, Calpe había lanzado ya la popular Colección Universal, pero fue la colección Austral la que le dio mayor prestigio. En 1938, en plena contienda bélica, apareció en Argentina el primer título, La rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset. Antes de dos años habían publicado ya cien títulos, lo que da una idea de su éxito, que continúa hoy con un catálogo de 615 obras.

En 1957, Germán Plaza creó Libros Plaza, que al cabo de dos años se asoció con José Janés. Así nació Plaza & Janés Editores. Con colecciones de bolsillo como Reno y Jet, entre otras, la empresa llegó a contar con una situación privilegiada en España y una fuerte presencia en Iberoamérica.

En 1966, José Ortega Spottorno y Jaime Salinas fundaron Alianza Editorial. (Mañana me centraré en Alianza, así que lo dejaremos así por el momento.)

Poco después, Francesc Bruguera, director de la editorial homónima fundada por su padre en 1910, especializada en historietas, impulsó en Bruguera, inspirado por el éxito de Alianza, la edición de literatura en este formato. Su colección más importante fue “Libro Amigo”. Como Plaza & Janés, también conoció una gran expansión en Iberoamérica, con una importante delegación en Argentina y otras en Brasil, Venezuela y México. También tenía una sucursal en Portugal.

A comienzos de los ochenta, la caída del mercado iberoamericano sumió al mercado en una seria crisis. Bruguera, debilitada por su alocada política de lanzamientos, suspendió pagos en 1982, declarándose en quiebra y desapareciendo definitivamente en 1986, siendo sus bienes adquiridos por el Grupo Zeta, que formó con ellos Ediciones B. Recientemente, el Grupo Zeta ha “resucitado” a Bruguera como sello editorial dentro de Ediciones B, bajo la dirección de Ana María Moix.

En 1984, Plaza & Janés fue comprada por el grupo Bertelsmann. Alianza, por su parte, fue adquirida en 1989 por el grupo español Anaya.

En 1998 Alianza era, según la revista CONSUMER, la editorial líder en número de títulos en formato de bolsillo. Pero pronto la situación cambiaría completamente.

A partir del año 2000 se produjeron en España importantes cambios en el sector, orientados a conseguir mayor penetración en el segmento, a través de acuerdos entre editoriales:

En diciembre de 1999, los grupos Planeta y Bertelsmann (propietario de Plaza & Janés) firmaron un acuerdo para editar conjuntamente libros de bolsillo. De este acuerdo surgió la editorial Nuevas Ediciones de Bolsillo, participada al 50% por ambos grupos, que en marzo de 2000 creó el sello Debolsillo (hoy en manos de Bertelsmann, a través de Plaza & Janés). Nuevas Ediciones de Bolsillo agrupaba las ediciones de bolsillo de los catálogos de Planeta, Plaza & Janés, Debate, Lumen, Bestselia, Espasa, Destino, la catalana Columna, Ariel, Crítica, Seix Barral, Temas de Hoy, Martínez Roca y Deusto.

Por su parte, Santillana y Ediciones B crearon la editorial Suma de Letras, cuyo sello Punto de Lectura reunió los fondos de Ediciones B, Alfaguara, Taurus y El País-Aguilar, y posteriormente, los de la editorial Alba (del grupo Prensa Ibérica).

Las editoriales Edhasa, Tusquets, Anagrama, Salamandra y Grup 62 (Península y Muchnik) crearon la colección Quinteto. Y el 7 de julio de 2005, Urano, Roca, Titania, Umbriel, El Jueves, La Factoría de Ideas, Entrelibros, Nowtilus, Kailas, Robin Book, Via Magna e Inédita lanzaron la marca Puzzle.

Algunos de estos proyectos de unión fracasaron, con mayor o menor estrépito, al cabo de poco tiempo. El caso más sonado fue el de Bertelsmann y Planeta, que se separaron antes de un año después de ser los que armaron todo el follón (la unión nunca acabó de convencer a los jefazos de Nueva York); la primera se quedó con Debolsillo (a través de su división editorial Random House en colaboración, ahora, con la potente editorial italiana Mondadori) y Planeta acabó relanzando su colección Booket en abril de 2001.

Santillana y Ediciones B tardaron más en romper, aunque no demasiado. Santillana se quedó con Suma de Letras y Punto de Lectura (aunque teóricamente Punto de Lectura era una colección de Suma de Letras, nunca ha estado muy clara la diferencia de estatus entre ambas, la verdad; ni ellos mismos se aclaran). Por su parte, Ediciones B creó los sellos Byblos (en 2004) y Zeta Bolsillo (2005), que desde entonces le ha estado comiendo la tostada a su antigua socia.

Una encuesta realizada por AC Nielsen, cuyos resultados fueron hechos públicos en abril de 2002, señalaba que Debolsillo era líder con un 42% de cuota de mercado, seguida por Punto de Lectura, que tenía un 25% y, a mucha distancia, por Alianza (8%) y por Booket (8%).

Según Santillana, Punto de Lectura es “la gran editorial de bolsillo en español y el sello de referencia para los lectores”; según Random House-Mondadori, Debolsillo “es el sello de referencia indiscutible de los libros de este formato en el mundo de habla hispana” y, según Ediciones B, Byblos se halla actualmente “en el tercer lugar del mercado español de bolsillo”. Si examinamos los datos de AC Nielsen de 2002 y tenemos en cuenta a) que por aquel entonces Byblos y su agresiva política de precios todavía no existían para hacer la competencia a Punto de Lectura y b) que Byblos salió en cierto modo de Punto de Lectura, con la consiguiente merma de títulos y cuota de mercado para ésta, parece claro que los de Santillana deberían medir más sus palabras.

Hoy en día el mercado del libro de bolsillo está en pleno auge. En 2006, el Estudio de Comercio Interior del Libro, realizado por la Federación de Gremios de Editores, cifró en un 25,5% el aumento de ventas de libros de bolsillo con respecto a 2005, a pesar de haberse editado menos títulos y de ser menores las tiradas.

26.7.07

"No hay caminos al Paraíso", de Charles Bukowski.

Como prometí en el canal de IRC del grupo de noticias de Usenet es.rec.ficcion.misc, he terminado de traducir el relato No Way To Paradise, de Charles Bukowski (1920-1994). Aunque no es ninguna maravilla lo he juzgado interesante para vosotros, aunque sea como curiosidad, por ser un relato de corte fantástico escrito por un autor eminentemente realista. A pesar de esto, no deja de ser un relato de Bukowski, con todo lo que ello conlleva.

La obra de Charles Bukowski, tanto en poesía como en prosa, es bastante conocida. El alcohol, la soledad, las mujeres y la alienación laboral son algunas de las constantes de su labor literaria, que realizaba casi siempre con un extremo realismo, a veces cruel, aunque con un tono desenfadado muy característico de su estilo.

He dicho casi siempre porque, en algunas ocasiones, su viaje literario lo llevó, quizá a lomos de algún delirio alcohólico, a adentrarse en el territorio de lo fantástico. Es el caso de No Way To Paradise, una demostración más de que hasta los autores más identificados con el realismo por la crítica, tan propensa a la etiqueta excluyente, han recurrido y recurren a elementos fantásticos cuando les parece. No es un gran relato, pero me ha parecido curioso y, como las traducciones que he encontrado por ahí no me han convencido demasiado, yo mismo me he puesto a la tarea.

No soy traductor profesional y algunas partes me siguen sonando mal, pero bueno... Es lo que hay. :-))

El relato se encuentra en la antología South of No North: Stories of the Buried Life (1975).

Con todos vosotros, mi humilde versión de «No Way To Paradise», por Charles Bukowski.



No hay caminos al Paraíso

Charles Bukowski


Yo estaba sentado en un bar de la Avenida Oeste. Era alrededor de la medianoche y me encontraba en mi habitual estado de confusión. Es decir, ya sabes, nada funciona correctamente: las mujeres, los empleos, los desempleos, el tiempo, los perros... Al final te limitas a sentarte en una especie de estado catatónico y aguardas, como si estuvieras en el banco de la parada del autobús, esperando la muerte.

Bueno, estaba allí sentado y hete aquí que viene una con largo pelo oscuro, un buen cuerpo, tristes ojos marrones... No me volví hacia ella. La ignoré, incluso a pesar de que se había sentado en el taburete que estaba al lado del mío, cuando había otra docena de asientos vacíos. De hecho, éramos los únicos en el bar, aparte del barman. Pidió un vino seco. Luego me preguntó qué estaba bebiendo yo.

—Escocés con agua.

—Póngale un escocés con agua —dijo al barman.

Bueno, eso sí que era raro.

Abrió su bolso, extrajo una pequeña jaula de alambre y sacó de ella a unas personas diminutas, sentándolas sobre la barra. Tenían unos siete u ocho centímetros de altura, estaban vivos y correctamente vestidos. Había cuatro de ellos, dos hombres y dos mujeres.

—Los hacen ahora —dijo ella—. Son caros; costaban unos dos mil dólares la unidad cuando los conseguí. Ahora andan por los dos mil cuatrocientos. No conozco el proceso de fabricación; probablemente es ilegal.

Aquella gente diminuta se paseaba por la superficie de la barra del bar. De repente, uno de los hombrecillos le arreó un sopapo a una de las mujercillas.

—¡Puta! —dijo—. ¡He terminado contigo!

—¡No, George, no puedes! —lloriqueó ella—. ¡Te quiero! ¡Me mataré! ¡Tengo que tenerte!

—No me importa —dijo el hombrecillo; sacó un pitillo diminuto y se lo encendió—. Tengo derecho a vivir la vida.

—Si tú no la quieres —dijo el otro hombrecillo—, yo la tomaré. La amo.

—Pero a ti no te quiero, Marty. Estoy enamorada de George.

—¡Pero es un cabrón, Anna!, ¡un cabronazo!

—Lo sé, pero le amo de todos modos.

Entonces el pequeño cabrón se abrió paso entre ellos y besó a la otra mujercilla.

—Tengo un triángulo en formación —dijo la dama que me había pagado la copa—. Esos son Marty, George, Anna y Ruthie. George es atractivo, muy atractivo. Marty es un poco cabeza cuadrada.

—¿No es un poco triste observar todo eso...? Em, ¿cómo te llamas?

—Aurora. Es un nombre horrible. Pero es el tipo de cosas que, a veces, las madres hacen a sus hijos.

—Yo soy Hank. Pero esto... ¿no es un poco deprimente?

—No, no me deprime ver esto. No he tenido mucha suerte con mis propios amoríos; tengo una mala suerte horrible, la verdad...

—Todos tenemos una suerte horrible.

—Supongo que sí. En todo caso, compré a esta gente diminuta y ahora los observo. Es como tener una relación, sin los problemas que comporta una relación... Pero cuando se ponen a hacer el amor, me entra un calentón espantoso. Entonces resulta difícil.

—¿Son eróticos?

—Muy, muy eróticos. Dios mío, ¡qué caliente me ponen!

—¿Por qué no haces que lo hagan? Quiero decir ahora mismo. Los observaremos juntos.

—Oh, no puedes obligarlos a hacerlo. Tienen que hacerlo por sí mismos.

—¿Con qué frecuencia lo hacen?

—Oh, son bastante buenos. Echan cuatro o cinco a la semana.

Seguían paseándose por la barra.

—Escucha —dijo Marty—, dame una oportunidad. Tan sólo dame una oportunidad, Anna.

—No —dijo Anna—, mi amor pertenece a George. No hay modo de que sea de otra forma.

George estaba besando a Ruthie, magreándole los pechos. Ruthie se estaba calentando.

—Ruthie se está calentando —le dije a Aurora—. Se está calentando, se calienta de veras.

Yo también me estaba calentando. Agarré a Aurora y la besé.

—Escucha —dijo—, no me gusta que hagan el amor en público. Los llevaré a casa y les dejaré hacerlo allí.

—Pero entonces no podré verlo.

—Bueno, sólo tienes que venir conmigo.

—Muy bien —dije—, vamos allá.

Terminé mi copa y salimos juntos del local. Aurora llevaba a las personitas en la pequeña jaula de alambre. Nos metimos en su coche y colocó la jaula entre nosotros, en el asiento delantero. Miré a Aurora. Era realmente joven y hermosa. También parecía buena persona. ¿Cómo podía haberle ido mal con los hombres? Hay tantas maneras de que esas cosas salgan mal... Las cuatro personitas le habían costado ocho mil dólares. Sólo eso por alejarse de las relaciones y no alejarse de las relaciones.

Su casa estaba cerca de las colinas, un lugar de aspecto agradable. Salimos del coche y caminamos hasta la puerta. Sostuve la jaula con las personitas mientras Aurora abría la puerta.

—La semana pasada fui a escuchar a Randy Newman en el Troubadour. Es estupendo, ¿verdad? —me preguntó.

—Sí que lo es.


Entramos en la sala de estar y Aurora sacó a las personitas, colocándolas sobre la mesa de café. Luego fue a la cocina, abrió la nevera y sacó una botella de vino. También trajo dos copas.

—Perdona que te lo diga —dijo— pero pareces un poquito loco. ¿A qué te dedicas?

—Soy escritor.

—¿Vas a escribir sobre esto?

—Nunca me creerán, pero lo haré.

—Mira, George le ha bajado las bragas a Ruthie. Le está metiendo el dedo. ¿Quieres hielo?

—Sí. No, sin hielo. Solo está bien.

—No sé —dijo Aurora—, realmente me pone caliente observarlos. Quizá es por lo pequeños que son. Me calienta de verdad.

—Sé cómo te sientes.

—Mira, ahora George se echa sobre ella.

—Se le ha echado encima, ¿eh?

—¡Fíjate en ellos!

—¡Dios todopoderoso!

Abracé a Aurora. Nos quedamos ahí de pie, besándonos. Mientras lo hacíamos sus ojos iban de los míos a ellos y de vuelta a mis ojos otra vez.

Los pequeños Marty y Anna también estaban mirando.

—Mira —dijo Marty—, van a hacerlo. Nosotros también podríamos hacerlo. ¿Verdad?

—Espero que sí —dijo Aurora.

La eché sobre el sofá y le levanté el vestido hasta las caderas. La besé en la garganta.

—Te amo —dije.

—¿Me amas? ¿Me amas?

—Sí, de algún modo, sí...

—Está bien —dijo la pequeña Anna al pequeño Marty—, podríamos hacerlo también, incluso aunque no te ame.

Se abrazaron en el centro de la mesa de café. Liberé a Aurora de sus bragas. Aurora gimió. La pequeña Ruthie gimió. Marty se pegó a Anna. Estaba ocurriendo en todas partes. Me vino la idea de que todo el mundo lo estaba haciendo al mismo tiempo. Entonces me olvidé del resto del mundo. De algún modo llegamos al dormitorio. Luego me monté en Aurora para una larga y lenta cabalgada...

Cuando salió del baño yo estaba leyendo un cuento aburridísimo de la revista "Playboy".

—Ha sido tan bueno —dijo.

—Ha sido un placer —contesté.

Volvió a la cama conmigo. Dejé la revista a un lado.

—¿Crees que podríamos estar juntos? —me preguntó.

—¿Qué quieres decir?

—Que si crees que podríamos estar juntos por tiempo indefinido.

—No lo sé. Puede pasar de todo. Al principio siempre es más fácil.

Entonces llegó un grito desde la sala de estar.

—Oh-oh —dijo Aurora. Saltó fuera de la cama y salió corriendo del cuarto. Yo la seguí. Cuando llegué ahí, Aurora sostenía a George en sus manos.

—¡Ay, Dios mío!

—¿Qué ha pasado?

—¡Se lo ha hecho Anna!

—¿Qué le ha hecho?

—¡Cortarle las pelotas! ¡George es un eunuco!

—¡Jo!

—Tráeme algo de papel higiénico, ¡rápido! ¡Podría desangrarse hasta morir!

—Ese hijo de puta —dijo la diminuta Anna desde la mesa de café—. ¡Si no puedo tener a George, nadie lo tendrá!

—¡Ahora las dos me pertenecéis! —dijo Marty.

—No, tienes que escoger entre nosotras —dijo Anna.

—¿A cuál prefieres? —preguntó Ruthie.

—Os amo a las dos —dijo Marty.

—Ha parado de sangrar —dijo Aurora—. Está inconsciente.

Envolvió a George en un pañuelo y lo dejó en la repisa de la chimenea.

—Quiero decir —siguió Aurora—, que si no piensas que podemos conseguirlo, prefiero no volver a hacerlo.

—Creo que te quiero, Aurora.

—Mira —dijo—, ¡Marty está abrazando a Ruthie!

—¿Van a hacerlo?

—No sé, parecen nerviosos.

Aurora regogió a Anna y la metió en la jaula de alambre.

—¡Sácame de aquí! ¡Los mataré a los dos! ¡Sácame de aquí!

George gemía en su pañuelo, en la repisa de la chimenea. Marty le quitó las bragas a Ruthie. Atraje a Aurora hacia mí. Era hermosa, joven y tenía entrañas. Podía volver a enamorarme. Era posible. Nos besamos. Caí en el interior de sus ojos. Entonces me levanté y empecé a correr. Sabía dónde estaba. Una cucaracha y un águila hacían el amor. El tiempo era un idiota con un banjo. Seguí corriendo. Su largo cabello cayó sobre mi rostro.

—¡Os mataré a todos! —gritó la pequeña Anna. Se agitaba y armaba barullo dentro de su jaula de alambre, a las 3 de la mañana.

6.6.07

¡Niño!


Mi primer sobrino, hijo de mi querido hermano Javi y su maravillosa esposa Anouska, está a unos pocos meses de ver la luz. Yo ya estoy barajando nombres que sugerirles, como Hiro, Logan, Arturito... ¡Qué emoción! No puedo esperar a enseñarle a lanzar shuriken.