Esta tarde he pasado un buen rato viendo la televisión, algo realmente insólito en los últimos tiempos. En un canal local (Canal 8 DM) han emitido una curiosa película japonesa, de 1986, protagonizada por un gato, un perro y varios animales más. El reparto incluse dos osos, varios cerditos, un cervatillo, un tejón, un zorro...
Se trata de Las aventuras de Chatran, escrita y dirigida por Masanori Hata. Mirando en Internet compruebo que es una película de culto. No me extraña.
Anterior en dos años a la famosa El oso, de Jean-Jacques Annaud, que juega con las mismas armas y parece haberse inspirado en ella en cierta medida, Las aventuras de Chatran narra la historia del gatito Chatran y el perrito Pousquet.
Ambos se crian juntos en una granja de Hokkaido y son casi como hermanos. Un día, jugando al escondite, Chatran se esconde en una caja junto al embarcadero del río. A Pousquet le cuesta un rato dar con él. Por fin lo consigue pero, justo en ese instante, la corriente empieza a llevarse la caja y la arrastra río abajo, llevándose a Chatran muy lejos. Pousquet viajará incansablemente en busca de su amigo.
Afortunadamente, he podido disfrutar de una copia traducida directamente del original, sin los chistes idiotas que infestan la versión americana, titulada Milo y Otis (hasta los nombres han cambiado). Poesía visual y también literaria; cada capítulo comienza con un bonito poema recitado por una agradable voz femenina.
Ideal para los niños pero muy disfrutable por el niño interior que muchos adultos llevamos dentro (especialmente yo, que soy poco más que un niño barrigón con barba y canas), Las aventuras de Chatran es capaz de enternecer a un velociraptor. No censura el lado duro de la vida; el pobre Chatran las pasa canutas; los niños pueden aprender valiosas lecciones viendo la película. Pero también tiene momentos para el humor; es un canto a la amistad entre seres diferentes, a la lealtad y al poder de la vida. Además, está rodada con la típica sensibilidad japonesa a la hora de retratar la naturaleza de aquel país, que se muestra aquí en todo su esplendor.
A lo largo de los cinco años que duró el rodaje, vemos cómo fueron creciendo los protagonistas hasta tener sus propias familias. El mensaje final: ¡La vida es maravillosa! Uno llega a creérselo. ¡Qué bonito es todo!, etc.
En fin, una joyita.
Por cierto, debe de funcionar de fábula (nunca mejor dicho) con las chicas; me sé de una que habría caído en el bote nada más empezar a salir los créditos finales. Ay, qué pena no haber podido grabarla...
P.S.: Hay rumores de que un montón de animales, varios gatos, perros y, por supuesto, ratones y peces, fueron maltratados e incluso murieron. Son eso, rumores. No hay pruebas fehacientes de que murieran gatos o perros durante la producción. Si queréis creerlo o no es asunto vuestro; yo no me voy a pronunciar al respecto porque desconozco lo que ocurrió. Pero sí opino que el resultado artístico es independiente de los medios empleados para obtenerlo. Si Masanori Hata es una especie de Herzog a la japonesa no es algo relevante para hacer una valoración artística de su película.