13.8.05

Para Juan Chapero, «Chapi»

Pocas veces visita la sonrisa el barrio bajo de mi rostro, todo humo y hormigón desarmado, geranio polvoriento y roto, estridencia sobre el asfalto, encajado en un gesto hosco cuando nadie me mira, ceñudo, hasta que descubro un rostro amigo que me mira con ojos preocupados por mi mirada de mierda de perro, modelo point blank; entonces viene a mis labios apretados la sonrisa, como una ambulancia del Samur, a tranquilizar a la persona amiga, a desmentir los rumores de odio al universo que la tensión de mis músculos faciales empezaba a divulgar en el espacio entre nosotros.

Pocas veces visita la sonrisa el barrio bajo de mi rostro sofocado, húmedo por el sudor que la recorre y la recubre como una lluvia de verano, transfigurado por la soledad en involuntaria imitación de Hyde, bilis con nariz, ojos, perilla y dientes apretados tras los labios curvados por la rabia; entonces, a veces, recuerdo a Carmen, su cuerpo apretado contra el mío, el arrullo de su voz cascada por el tabaco. Recuerdo la última anécdota de mi hermano, los cariñosos insultos de mi hermana. Recuerdo a mi último maestro friendo lonchas de bonito en su jardín, con aquel delantal. Y la sonrisa vuelve, atraída por el dulce olor de los recuerdos.

Pocas veces visita la sonrisa el barrio bajo de mi rostro oscurecido por el anochecer del gozo por vivir. Leo y, a veces, la vieja sonrisa vuelve, pescadera ambulante, cartera, repartidora de pan y leche en el barrio maldito de mi rostro huraño. A veces, sin embargo, no tengo qué leer; entonces recuerdo los buenos momentos que pasé leyendo; leyendo libros, leyendo artículos, leyendo mensajes en Usenet. A veces rememoro tus palabras y vuelven a brillar como estrellas, surgen de mi memoria regando grietas y adoquines, frescas, limpias, hilos de trefilería de agua suave que lava con ternura inmanente los geranios de mi alma, templando el ambiente. Y la sonrisa llega. Y yo me alegro.

Gracias, tocayo, paisano, por eso y por seguir.



[Mañana os contaré algo sobre este humorista cántabro, cuyos relatos podéis encontrar trasteando un poco en Google Groups.]

8.8.05

Mi poesía (II)

PARTE METEOROLÓGICO

viniste, caricia alegre, con el anticiclón postrero;
fuiste primero brisa, luego viento del sur
que trocó mi silencio frío
en poemas y paseos por el puerto,
helados de vainilla y castillos de arena;
entonces, voluble, rolaste a sudoeste,
formando torbellinos, y mi alma dio vueltas
entre deseos gastados, deslucidos guiños,
sonrisas secas y besos marchitos
hasta que rolaste a oeste, fuerte,
cubriendo con nubes negras las incipientes estrellas
y te fuiste; te ausentaste de mi vida
y llovió en mi corazón.

* * *

Los eritrocitos escarlatas
transitando las sanguíneas vetas
en turbas estrepitosas
cuando diviso tu rostro al sol:

UN SÍNTOMA DE AMOR.

* * *

PSEUDO-HAIKU

Mi orgasmo:
una garza despegando
del mástil de un junco.

* * *

3 PSEUDO-GREGUERÍAS

I.
En la oscuridad, los dígitos del reloj
brillan como los ojos de un gato eléctrico.

II.
En invierno, los tragaluces pasan hambre.

III.
El abejorro es el violador de las flores.

* * *

AMNESIA

Sigo, solo, como un moderno Teseo,
armado de deseo al voraz asesino
que habita devorando rostros marchitos,
vivencias y descuidados nombres
en el centro de mi memoria.

Ebrio de ansiedad maldigo a las inocentes sombras
(nuevamente han caído sin ruido
desde la destellante oscuridad, atraídas
por el brillo de las sonrisas queridas
y se han llevado mis recuerdos).

No
   sé
      ya
         por
            qué...


Yo los dejé morir.

* * *

Ego sum...
La rana en su nenúfar
esperando
a que pase la libélula.
El hijo caníbal.
La sombra suicida.

EL DEMIURGO DE LA NADA.

* * *

HENRY MILLER

Henry Miller escribió que le gustaría estar sentado en una hoja de nenúfar y croar todo el día.

A mí también me gustaría.




Pero hay caimanes en el estanque.

* * *

DOLCE FAR NIENTE

dorado hastío de nenúfar, exilio,
limbo donde el presente agoniza;
desfile de amaneceres y ocasos
apenas percibidos, pasando sin ruido.

los caimanes descansan o me ignoran.
(¡por fin!)

* * *

UN CONSEJO APACIGUADOR

Hay palabras que hieren
y heridas que hablan.

Que tus mensajes sean heridas que hablan,
no palabras que hieren.

* * *

BEATRIZ

Me gusta verte caminar por el bordillo de la acera.
Tus piernas bailan y fluctúan
como envueltas por el aire caliente del desierto.
Tus piernas parecen gasas que la brisa agita
cuando caminas sobre el bordillo de la acera.
Un maëlstrom de suave carne envuelta en blanca seda
son tus piernas cuando bailan y giran y se retuercen
como humo azul de un cigarrillo.
Tus piernas son, sí, volutas vivas
cuando caminas sobre el bordillo de la acera.

* * *

BRUJAS, BÉLGICA

Cada vez que beso tu imagen
en aquella foto que me obligaste a hacerte
sentada en la barandilla del puente
junto a aquella Virgen de Miguel Ángel,
con los pies colgando a varios metros
de la barca que pasaba por debajo cargada de turistas
que os miraban embelesados a través del objetivo de la cámara,
como yo te miraba
para enfocarte, apretar el botoncito
y, años más tarde,
besar tu imagen
en aquella foto que te hice
sentada junto a la Virgen en aquella barandilla sobre una barca llena de turistas,
lloro como un niño que ha perdido a su perro para siempre
y está enterrándolo en su jardín.

* * *

NOCHE LLUVIOSA EN EL ALMA

Hola, tristeza. ¡Por fin llegaste!
Pensé que no vendrías,
como aquella vez
en que imploré en vano tu favor.

Fue una noche lluviosa en el alma aquella noche.
En el umbral del día mi vida yacía húmeda y desnuda
junto al estanque de los cisnes, allá en el parque
donde nos vimos tantas veces,
y el naciente sol vertía su aliento
sobre las gimientes ramas de los robles.

Allí te esperé, tristeza.
Cansado, confuso y herido,
anhelando tu presencia,
temblando de fiebre y frío.

Tendido en el duro suelo,
aguardé hasta que el cielo
comenzó a resplandecer.
Te llamé a gritos, supliqué,

seguí tu rastro desesperado.
Anduve luego ansiando tu abrazo,
pero habías huido; llegó el alba
y el sol disipó las nieblas de mi alma.

Entonces fue ya
demasiado tarde.

Y hoy vienes a mí,
como una esposa,
solemne, perezosa,
a acariciar con tus dedos fríos
mi vieja cicatriz.

Sí, tristeza; verte me agrada,
aunque sea para aliviar mi soledad.

Nunca es tarde
si la pena es buena.

* * *

RITA

Como la termita en el tronco, va socavando mi alma
tu verde mirada.
Los glaucos mares agitados de tus ojos
quieren hacerme Robinsón enamorado,
náufrago en tu boca,
caníbal de tus labios,
Ícaro caído en tus brazos,
Ulises
llegado a tu vera en la tormenta.

* * *

RSVP

La ecuánime y siempre sensata buena sociedad
le invita
a pudrirse en su chabola.
Habrá croquetas y canapés de cucaracha.
Se entregará un bonito trofeo
al más pobre de todos.
Un trofeo de pan, para que pueda comérselo.

* * *

ZONA DE PLAGA

La ciudad, bullendo como un viejo cadáver.
Fluente corriente de gente muerta en las aceras.
Caminando,
llamando a un taxi,
hablando por sus móviles
y evitando tus ojos al pasar.

Su parto fue un sacrificio.

La ciudad, desgarrada por un niño cruel
con una navaja de afeitar.
Hileras de película sumergiéndose en el asfalto
frente a ti.

* * *

RECAÍDA

no hay consuelo en tu recuerdo;
sólo la certeza de tu ausencia.

demasiadas veces tus ojos me adoran en sueños;
demasiadas veces mi nombre vuelve a mi oído en tu voz.

en el olvido, la paz y el descanso
de los muertos.

yo vivo, siempre recordando.

nadé en tu orilla. luego, mar adentro.
una vez contemplé las formas de tu alma.

como acaba todo, todo acabó.

mi memoria es la ruina por donde vagan
nuestras vivencias compartidas en descomposición.

6.8.05

Mi poesía (I)

Empecé a escribir poesía a los 17 años, en 1988, fuertemente influenciado por la obra de Jim Morrison (sí, el cantante de The Doors), concretamente por Los señores: Notas sobre la visión y Las nuevas criaturas --aparte de sus canciones, claro--. La mayoría de los pocos poemas salvables de esa primera etapa mía son “morrisonianos”; entre 1989 y 1991 escribí unos doscientos, casi todos infumables; en el 90% de los casos la palabra “poema” no les cuadraba más que como descripción aproximada. Pero estaba aprendiendo. Algunos han sobrevivido a la quema, como el de los eritrocitos escarlatas que tantas veces he recitado, y otros los reelaboré años más tarde durante un periodo de sequía creativa.

Luego, entre 1992 y 1994, tuve una etapa de lenta maduración en la que fui puliendo mi estilo y olvidándome poco a poco de Jim Morrison. Los engendrillos que escribía antes fueron creciendo y convirtiéndose en poemas. Poemas malos casi todos, pero al menos merecían la denominación.

A finales de 1994 fui a Fuerteventura a hacer la “mili”. Tenía mucho tiempo libre y en Puerto del Rosario no había gran cosa que hacer. Pasé largas horas oyendo gemir al huracán y ladrar los perros en la biblioteca, sorprendentemente bien surtida de poesía (para ser un Tercio de La Legión). Hice lo que antes no me había atrevido a hacer: leer poesía.

No lo había hecho antes por miedo a las influencias. Ya había pasado por Jim Morrison y Dámaso Alonso (que me afectó profundamente en 1993, cuando leí por casualidad su perfecto Insomnio en el diario “El País” --esa misma tarde fui corriendo a comprar el libro, Hijos de la ira--) y no quería “contaminarme” otra vez. Aunque teñido aún por cierta cursilería, yo tenía ya (después de tres años de escribir sin descanso, cada vez un poquito mejor) un cierto estilo, y era mi estilo (bueno, y de Dámaso Alonso). Pero en el Tercio se aburría uno tanto...

Primero me leí todo lo que tenían de terror y ciencia ficción (sobre todo terror), luego las novelas policiacas, luego las eróticas, luego a Mark Twain (maravilloso) y por fin tuve que recurrir a lo poco que ofrecía la librería local, que en poco tiempo se quedó en nada. No tuve más remedio que ponerme a leer poesía. :-))

Empecé por el Canto a mí mismo de Walt Whitman en la maravillosa versión de León Felipe. ¡Buen comienzo! A los pocos días escribí un par de poemas “whitmanianos”. :-)) Luego leí una antología de poesía española y al poco tiempo me vi escribiendo poemas “machadianos”, “juanramonianos” (de la etapa de su viaje a Nueva York), etc. Yo me daba perfecta cuenta de ello, pero no podía evitarlo, sólo lamentarme pensando: «¡Lo sabía!, ¡sabía que me iba a pasar!» Pero la verdad es que los poemillas no eran demasiado malos... En fin, decidí tomarme un descanso literario y me puse a dibujar. En lo que me quedó de “mili” sólo escribí dos poemas más, uno romántico, por encargo de tres cabos a cambio de un cartón de Marlboro (el poema salió en La Gramola de M80 Radio), y otro, por amistad, a un compañero torero que tuvo que irse del Tercio un poco antes de lo normal para hacer una gira por Sudamérica (el tudelano Alfredo de la Ribera, una de las mejores personas que he conocido).

Cuando me pareció que ya había asimilado como es debido todas mis vivencias y lecturas de La Legión, volví a escribir. Fue mi segunda etapa, que podríamos llamar “de transición”. Muchos de esos poemas (1995, por ejemplo, y los que llevan nombre de mujer) están en mi antigua web y todavía hay dos o tres que no me disgustan demasiado. :-))

La aparición de tres colecciones de libritos ultrabaratos al mismo tiempo (Alianza 100, Mitos Poesía --de Alfaguara-- y Colección Poesía --de Plaza & Janés--, a 100, 350 y 395 pesetas) volvió a despertarme el apetito lector. Leí a Neruda, a Bukowski, a Ginsberg, a Ezra Pound, a Gil de Biedma, a Pere Gimferrer, a Oscar Wilde (impresionante La balada de la cárcel de Reading, que ya había leído en la mili) y, finalmente... a Jim Morrison (Una plegaria americana). :-)) Se cerró el círculo, lo absorbí todo como una esponja, sin mancharme, lo digerí todo y empecé a soltar lo mejor de mi poesía; era mía, y a veces era buena.

Hoy, de todos aquellos poemas y poemastros, salvaría poco más de diez. Me he vuelto muy exigente a medida que me acercaba a mi acmé. :-))

Los colgaré aquí en mi próximo envío (tengo que seleccionarlos). Espero que os gusten.