12.2.08

Stagflation (III)


El paro es un factor de stagflation, como decía; paro + inflación + estancamiento = stagflation.

A finales de enero, todos los periódicos abrieron sus ediciones con la misma noticia: 2007 ha sido el primer año desde 2003 en cerrar con un aumento del paro, cifrado en 117.000 personas, que sitúa la tasa de desempleo en el 8,6%, casi dos millones de parados.

Es verdad que la tasa de paro no es para tirarse de los pelos, sigue por debajo del 10%. Cualquiera que haya vivido la década de los ochenta recordará cifras mucho más escalofriantes. Pero, como decía en anteriores mensajes, este ligero aumento del paro (de sólo tres décimas respecto al 2006) llega en un momento delicado, con las familias endeudadas y los precios en constante alza en las áreas que más las afectan: alimentación y energía, y un crecimiento del PIB al borde del estancamiento.

Es necesario atajar el problema rápidamente, antes de que la situación financiera se vuelva realmente complicada. Más paro significa, en esta situación, más morosidad, menos consumo y más problemas de todo tipo.

Intentemos seguir la línea de pensamiento de un ciudadano de centro-izquierda medio. El ciudadano de centro-izquierda medio, aunque crea otra cosa, es en el fondo un conservador, y se vuelve más conservador cuando la situación presenta dificultades; es un instinto que tenemos los humanos.

«Quizá el supuesto problema de la inmigración se resuelva solo», piensa este ciudadano, «por la crisis del sector inmobiliario. A menos construcciones, menos trabajo, pero, ¿quién ocupa esos trabajos? La mayoría de los peones son extranjeros. Quizá se vuelvan a casa o se vayan a otro país si no consiguen encontrar trabajo aquí. Esto resolvería también el problema del paro. Dos pájaros de un tiro. Realmente Zapatero lo está haciendo de maravilla.»

Las cosas no funcionan así.

Los inmigrantes no aportan sólo fuerza de trabajo a la economía; también gastan. Cierto que, por lo general, buena parte de sus ingresos van a parar a sus países de origen, pero el sector de la alimentación, la energía y las comunicaciones se han visto favorecidos por estos nuevos clientes. Por supuesto, se benefician de nuestro sistema de salud, pero no olvidemos que aportan un montón de millones de euros a la Seguridad Social; el argumento de las mamografías que exhibía hace unos días, indecentemente, Cañete, no tiene ningún valor. De hecho nos hacen más daño los ricos británicos y de otros países que vienen a operarse a España sin aportar nada a nuestro sistema de salud; esos sí que sobrecargan las listas de espera.

Si los trabajadores extranjeros se van, podemos decir adiós al crecimiento del PIB y al superávit de las cuentas públicas.

Lo que hay que hacer es reconducirlos a la industria. Así seguirán constituyendo un factor de crecimiento, seguirán aportando a la Seguridad Social y se evitarán algunos problemas que preocupan a los potenciales xenófobos, como los relacionados con la integración y la seguridad, por ejemplo (aunque lo cierto es que las cifras reales de implicación de inmigrantes en la comisión de delitos no tienen mucho que ver con la percepción del público). Pero para eso el gobierno tiene que tener una política industrial valiente que genere empleo en el sector secundario, cosa que en estos cuatro años ha brillado por su ausencia.



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